Ozono
Una noción repentina de imposibilidad se estanca dentro mío y me paraliza en la vereda, ignorando la tormenta en ciernes.
Cae una copiosa lluvia inmaterial. Un trueno intenta asustarme y ponerme en movimiento, porque los rayos que purpuran la tarde no consiguen distraer mi atención.
Es ella, está allí. Y no me mira. O peor, me mira eventualmente sin verme. No hace ningún gesto. Ni de complicidad, vergüenza o remordimiento.
De repente soy nada. Ni siquiera un pavote bajo la lluvia, mirando cómo me ignora.
Su auto gris está estacionado a mi lado, contra el cordón. Baja apenas la cabeza, como tratando de no pisar el agua que se acumula en la cuneta, al pasar entre éste y mi alfeñiquez repentina. Abre la puerta del lado del acompañante, mira hacia la otra vereda un instante y se mete adentro. Sigo sus movimientos y después retomo la dirección de esa última mirada.
Veo salir de la puerta de un supermercado a un hombre gigante, de unos tres metros de altura, cargado con bolsas y paquetes. Miro de nuevo la ventanilla del auto. Veo su imagen sesgada por el cristal y el ángulo agudo. Creo que me busca por el espejo retrovisor de la derecha, haciendo una finta repentina.
El monstruo llega con los víveres, abre la puerta izquierda detrás del conductor y arroja con displicencia los bultos. Dirige una mirada carente de interés hacía mí, una décima de segundo. "Un pavote bajo la lluvia", habrá pensado. Se derrumba sobre sí hasta achicar su tamaño ciclópeo al de un hombre de un metro noventa y tantos, compatible apenas con el habitáculo del auto, y sube también. Lo pone en marcha, mientras el "stop" hace un guiño y un humo blanco brota del escape.
Se dicen algo. Ella encoge los hombros.
Salen con velocidad hacia la esquina. Al llegar, vuelven a brillar las luces del freno. Desaparecen para siempre.
La tarde se puso negra de tormenta y de verdades aprendidas por primera vez.
Sigo seco, parado bajo una lluvia torrencial.
Aún hoy, después de veinte años, recuerdo el olor a ozono que me envolvía esa tarde.
3 comentarios:
... Ojalá pudiera expresarle algo mejor que mi enorme tristeza al leer este recuerdo.
Pucha, qué falta de inspiración para firmar. Es que estoy un poco tonta. Sabe? Mientras leo este post escucho la banda sonora de "La tumba de las luciérnagas" (una de Miya que estoy bajando aún, muy triste). Sepa disculparme. De todos modos, ya sabe que me encanta la calidad de sus relatos, y cómo logra darles la profundidad necesaria en pocas palabras.
Todo el mundo, por lo menos una vez, fue transparente hasta para la lluvia.
No puedo decir mucho más.
Salú y serenidá.
bah! papino tas medio romanticòn y meloncalico..ò es una idea mia??..ahh no sabia de la existencia de este blog..ves q tipo de padre eres? ..a este punto te digo..soy tu hija transparente..no me ves!! qtd..besitos cristalinos
(se me congelò la pc)
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